Investigadora del CUCosta realiza estudios sobre impactos de malas prácticas de buceo en este área natural protegida

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El Área Natural Protegida de Los Arcos de Mismaloya, en Puerto Vallarta tiene una extensión de cerca de un kilómetro de radio a la redonda y es uno de los espacios más biodiversos en Jalisco.

Aquí cohabitan mantas gigantes, ballenas jorobadas, tiburones ballena, pulpos, aguiluchos y más; pero en la superficie es hogar de aves.

A nivel de playa se puede ubicar gracias a sus grandes peñas que emergen del mar y que forman arcos naturales.

Éstas se ven desde prácticamente todos los puntos de la Bahía de Banderas, tanto del lado de Nayarit como de Jalisco.

“Para los vallartenses que crecieron en generaciones pasadas Los Arcos de Mismaloya era un lugar muy importante”.

De hecho les llamaban ‘Las Peñas’ y por eso Puerto Vallarta se llamaba así antes, porque esas fueron las peñas que les llamaron la atención a quienes llegaron a la bahía por primera vez por mar, siglos atrás”.

Esto lo comparte Natalia Balzaretti Merino, instructora de buceo y doctorante en Ciencias para el Desarrollo, la Sustentabilidad y Turismo del Centro Universitario de la Costa (CUCosta) de la UdeG.

“Ahí iban las familias a pasar buenos momentos, donde iban a pescar; sin embargo, con el paso del tiempo y la alta presencia del turismo, se fue perdiendo un poco la comunicación entre los vallartenses y Los Arcos“.

La joven investigadora asegura que lugareños cercanos a Mismaloya, Boca de Tomatlá y Quimixto sí tienen contacto cercano con Los Arcos.

Pero lamentablemente sí hay mucho vallartense, nacido de los años 80 en adelante, que nunca han visitado esta zona natural pese a vivir en Puerto Vallarta.

“Sí ha ido cambiando la dinámica para el vallartense actual, pero para el de antes era un sitio mágico, icónico“.

Identifica impactos entre buzos y lecho marino de Los Arcos

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Para Natalia Balzaretti Merino la preocupación por el ecosistema de Los Arcos de Mismaloya la llevó a realizar una investigación para su tesis de maestría.

“Medimos los impactos, entendidos como el número de contactos que ejercen los buzos con la biota marina, el fondo marino o con alguna especie”.

“De 101 buzos encontramos más de 9 mil contactos; estamos hablando de números muy altos. Ahí mostramos 200 o 300 por ciento más que en otros estudios en el mundo”.

“Encontramos que la mayoría eran contactos no intencionales, lo cual quiere decir que responde a un mal entrenamiento o a una mala práctica de los buzos”, agregó.

Si bien no se ha hecho aún un estudio de lo que los contactos entre los buzos y la biota marina (conjunto de la flora y la fauna) pueden ocasionar a largo plazo, Balzaretti Merino señaló un hallazgo:

“Al momento de que los buzos remueven la arena, donde viven pequeñas especies, cambia el comportamiento de otros peces de alrededor”.

“Los peces depredadores siguen a los buzos, esperando que levanten el sedimento para alimentarse. Entonces, ahí ya estamos ejerciendo un cambio de comportamiento”.

Mencionó que en el lecho marino, por donde se bucea, ya casi no hay presencia de gorgonias marinas (género de octocorales que parecen pequeños arbolitos).

“Y las que hay, están muy estresadas y tratan de esconderse en las pequeñas peritas que tienen”, describió.

Destacó que, al igual que una herida que se infecta en la piel de una persona, el roce de las aletas de los buzos puede rasgar el coral y generar el mismo efecto en dicha especie marina, gracias a infecciones bacterianas.

Recalcó que es necesario que este tipo de investigaciones se deben realizar cada seis meses, y que el CUCosta ofrece certificaciones para la práctica del buceo, como parte de los créditos universitarios.

Para conocer a detalle el estudio Impactos del buceo recreativo en un área natural en Puerto Vallarta, se puede ingresar a https://www.mdpi.com/2071-1050/13/11/6249

Basta con una mejor preparación

Desde hace años Balzaretti Merino bucea, lo que le permite relacionarse con quienes prestan el servicio en Puerto Vallarta y por ende asesorarles para que las malas prácticas se corrijan.

“Dedujimos que había una correlación entre los buzos que hicieron un mayor número de contactos y los guías que llevaban al grupo de buzos, quienes también ejercían contacto con el fondo marino”, detalló.

Indicó que no hay dolo en dichas prácticas, pues considera que sí hay conciencia en los prestadores de servicio de buceo.

Sólo bastaría socializar los efectos de los descuidos para que dejen de ocurrir, papel que la investigadora sí busca asumir.

La voraz amenaza en Los Arcos de Mismaloya

Pese a ser una área de protección, inmobiliarias buscan urbanizar con torres y muelles en el espacio de la playa próximo a Los Arcos de Mismaloya, situación que ha sido denunciada por la ciudadanía.

“La zona terrestre se le llama ventana al mar y ahí no debería de construirse. De hecho se construyó un espigón (ya está clausurado) que está invadiendo esta ventana al mar, que pertenece al municipio. La ventana al mar le permite a las especies un flujo de ir y venir entre el mar y la montaña”, externó.

Actualmente, sólo hay un hotel que está cerca de Los Arcos, pero acusó que sus propietarios buscan crecerlo a lo largo de la playa y la montaña.

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“La comunidad de científicos y de toda la zona estamos preocupados del impacto tan grande que pudiera tener ese desarrollo”.

Recordó que aunque actualmente Los Arcos está libre de pesca, aún hay situaciones legales que mantienen en resistencia a la zona frente a la urbanización.

“A la hora de regular las Islas Marietas, el mayor peso de visita de turistas se va a Los Arcos y no se le ha dado la importancia de protección que se requiere”.

“A pesar de que Los Arcos ha tenido una seria baja de corales, sigue siendo refugio de flora y fauna marina increíbles; si le echamos tantitas ganas tendríamos un lugar precioso, pues siempre lo comparamos con Cabo Pulmo, en Baja California Sur”.

Otro daño que se ocasiona en el lugar es el de las anclas de boyas.

“Mismas que al no tener el peso indicado se convierten en catapultas que rompen el poco coral duro que queda en la zona“, denunció. La doctorante se dice firme en aportar conocimientos científicos marinos para salvaguardar este espacio natural, pues éste forma parte del patrimonio de Jalisco y es hogar de miles de especies del Océano Pacífico.