Por Alejandra Valenciano
La historia de Puerto Vallarta es fácilmente aprehensible. En su libro Puerto Vallarta, la formación de un destino, la investigadora Gabriela Scartaccini narra así el origen de la ciudad: » Guadalupe Sánchez Torres llegó a estas tierras, desde su natal Cihuatlán, el 12 de diciembre de 1851 y, por el fervor guadalupano de su madre, lo llamó Las Peñas de Santa María de Guadalupe. Junto a él, primer jefe de familia, personas del lugar se asentaron y es así como dio inicio el poblamiento de Las Peñas, espacio productivo ligado al desarrollo de la compañía minera Unión del Cuale y a los intereses de sus dueños, los Camarena, familia perteneciente a la oligarquía tapatía. Desde sus orígenes, el rancho Las Peñas se constituyó en una salida marítima más, para los intereses económicos de la época, dentro del Pacífico mexicano. Las Peñas se constituyó en una vía de acceso importante para el desarrollo de la región y, como consecuencia, ayudó a la generación de una comunidad local con intereses e identidad propia», no fue hasta 1918 que se elevó a la categoría de ciudad y se le dio el nombre de Puerto Vallarta.
170 años después, Mati Covarrubias, productora y tataranieta de Guadalupe Sánchez quiere mostrar al mundo las bellezas de esta ciudad a través del documental titulado La Bahía de mi vida : «Desde que soy una niña he recorrido la bahía, mi papá era un naturalista adelantado a su época, amábamos el Río Cuale que fue la razón de que mi tatarabuelo se quedó a vivir en este paraíso, y yo fui recolectando desde entonces toda la belleza natural que ahora estoy llevando junto con mi equipo y la productora Co-crea de Guadalajara».
Antes de la zona metropolitana turística interestatal
Jalisco y Nayarit comparten la Bahía de Banderas y sus habitantes cruzan todos los días el Puente del Río Ameca la frontera natural entre ambos estados, por lo que se ha vuelto un lugar común en los discursos políticos y empresariales hablar de la formalización de una zona metropolitana turística interestatal. Mati recuerda que «cuando mi tatarabuelo fundó este pueblo, en realidad, no había fronteras antes: ellos iban y traían la sal de Islas Marías», al extremo norte de la bahía.
El documental que busca estar en Netflix o alguna plataforma digital para el año 2022 o 2023, tiene una mirada eminentemente ambiental y muestra desde los frondosos paisajes que provee en Cabo Corrientes la Sierra Madre Occidental hasta los profundos azules de las playas del norte de la bahía. Naturalmente, la fauna de la región ocupa un lugar privilegiado en la historia pues el documental contó con la colaboración de expertos en la conservación de las diferentes especies que dan vida a la bahía, como Jaime Torres, biólogo apasionado de los cocodrilos y las tortugas que dirige el Estero El Salado o Astrid Frisch Jordan que trabaja en pro de las ballenas.
Introspección tras el paso de Nora
Platiqué con Mati siete días después del paso del huracán Nora que devastó parte de la ciudad luego de que el Río Cuale retomara su cauce y colapsara viviendas construidas de manera negligente durante los últimos 30 años. En medio de esta coyuntura, la Bahía de mi Vida se presenta como una oportunidad para «reconectar con la naturaleza, darle su espacio, saber que ella tiene su propia inteligencia igual que la nuestra y debemos empatar con ella. En lugar de imponernos, podemos coexistir con ella: con el río, con la palma, con la guacamaya».
No se trata de un documental con la intención de enjuiciar, más bien pretende inspirar: «Es claro que la Tierra nos está demandando atención, está dándonos señales profundas y claras de alerta. Necesitamos cambiar nuestra mentalidad, generar negocios sustentables. La Bahía de Banderas necesita ser mostrada desde otro lugar, y a nosotros los habitantes recordarnos en el paraíso en el que vivimos necesita ser cuidado«, concluye Mati Covarrubias.
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