La sequía y los frentes fríos retrasaron la cosecha un mes. Productores auguran sobrecosto para el consumidor final pues habrá 50% menos pitayas que el año anterior.

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La pitaya, el fruto colorido que cada temporada genera expectativa para su consumo en fresco, mermelada, pan, nieve y hasta en coctelería, arrancó con un retraso de tres semanas por los efectos meteorológicos provocados por “La Niña” que resintieron las huertas pitayeras.

Álvaro Gerardo Meza Salas, productor de pitaya asentado en el municipio de Amacueca, anticipó una cosecha con un déficit del 50 por ciento comparada con el año pasado.

Meza Salas atribuyó el déficit a la sequía y, como en otros años, a los frentes fríos que el gremio pitayero no pudo sortear y que retrasó la floración de la planta, un impacto que asumirá el bolsillo de los consumidores con el encarecimiento de la fruta.

Pitayas, el manjar más esperado

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La “Feria de la Pitaya” en las Nueve Esquinas y en el Jardín de Mexicaltzingo se instaló el 30 de marzo. La gente se acercó a las sombrillas y puestos pitayeros, pero le extrañó encontrar mamey, mango y hasta guamúchiles, pero sin señales de pitaya.

Pasaron semanas hasta finales de abril que los productores de Techaluta que venden derivados de la pitaya como ponches y mermeladas aceptaron que la pitaya venía retrasada.

Históricamente, la pitaya se ha producido en los municipios de Amacueca, Atoyac, Autlán de Navarro, El Grullo y en las playas de la laguna seca de Techaluta, aunque la demanda e interés expandió la producción a municipios como Juchitán, El Limón, Sayula, Teocuitatlán, Tequila, Tizapán El Alto, Tolimán, Tonaya y Zacoalco de Torres.

Álvaro Gerardo Meza Salas quien distribuye el fruto en Colima y Manzanillo, comprobó que en Sayula y Autlán se padecía el mismo retraso por el clima.

“Hay sequía y ni siquiera hubo cosechas de maíz, pasturas ni nada. No hubo temporal, lo único que nos favoreció fueron los huracanes. Y en febrero y a principios de marzo, todavía teníamos frente frío y eso también nos afectó”, describió.

Sin botones de invierno

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Pitayo en San Gabriel, Jalisco. Foto Gonzalez Zamora

El pitayo (Stenocereus queretaroensis) u órgano es una planta con forma de árbol y de tallos columnares similares a los tubos del instrumento musical del mismo nombre. A final del año emergen protuberancias que anuncian la próxima floración. Álvaro Meza advirtió algo extraño en las plantas y que no anunciaba buenas noticias. 

“Lo empezamos a notar desde diciembre y enero que es cuando se supone empiezan los brotes: es cuando sale el pitón, luego viene la flor, y aún no empezaban. Por eso notamos que venían bien retrasadas. Luego se terminó enero y apenas comenzaron a salir”.

Tras descubrir los primeros pitones o botones florales a principio de 2024, notó que muchos pitayos no lo desarrollaron y estimó en la mitad la producción en la superficie de su huerto.

“A simple vista se ven a la mitad de cargados: algunos órganos o pitayos sí están bien cargados, otros no tienen nada, ni brotes ni pitaya. Es decir, viene de a por mitad, no va a haber tanta fruta como el año pasado u otros años”, pronosticó. 

Un órgano o pitayo maduro nunca rinde al cien por ciento durante una temporada, sino por debajo del 90 por ciento. Una hectárea cultivada con 600 a 900 pitayos llega a rendir hasta 5 mil pitayas al día. Aunque todavía no cuantifica el rendimiento por día, Álvaro Meza se percató de una ventaja: la pitaya sería más grande, emplearía menos esfuerzo en la limpieza y las daría más caras. 

Temporada escalonada 

La temporada comienza en San Andrés Ixtlán, municipio de Gómez Farías, que inunda a la región sur en Ciudad Guzmán y a Techaluta que todavía no cosecha. A los 12 días Amacueca cosecha y contribuye con fruta a Techaluta que, 12 o 16 días después por fin arranca las primeras pitayas.

“Ellos son los más tardíos, y no importa la variedad que se lleven de ahí. Dicen que así es porque pasa una vena de volcán”, ahondó el productor.

La temporada que se esperaba a inicios de abril arrancó a principios de mayo y es probable que se extienda más allá de julio si no llegan las primeras lluvias y si todavía hay botones.

“Pero no hay nada comparado como el sabor de las pitayas de mayo. Es seguro que tendremos en junio y parte de julio, y con el tiempo se tendrá que abaratar la fruta porque la gente se empieza a cansar, y los que no la han comido, la van a agarrar más barata”.

Cara pasión por la pitaya
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Foto: Eliazar Parra Cardenas 

Si una pitaya grande se entrega a la reventa en 20 pesos hay quien la venderá al consumidor en 50 pesos, como el caso de Cocula, o a 35 pesos en Autlán, aunque en el último municipio se está produciendo pitaya pequeña, no tanta como en años anteriores que se remataba. 

“Cuando la pitaya es excesiva, se carga el trabajo: acuérdese que cuando hay muchísima se baja el precio y generalmente le compran al dos por uno, al tres por uno y hasta llegan al descaro de comprarlas al cinco por uno. Este año la fruta va a crecer más y por eso vamos a tener menos trabajo, y la misma ganancia», dijo.

Menor cantidad, mejor tamaño, pero menos producción que elevará el precio que asumirá el consumidor.

“La verdad quien lleva la parte más fea, es el consumidor: ellos son los consumidores tradicionales que año con año buscan la fruta exótica: el sabor, sencillamente. 

Justificó la búsqueda por un dictado de la costumbre e historia personal de las personas que, en el caso de Álvaro Meza, es la nostalgia de tiempos pasados. 

“Porque cuando pruebo una pitaya y cierro los ojos, me transporta al pasado cuando estaban aquí mis abuelos, el olor, la fruta, o sea, es algo que se vive”, compartió.

No es la primera crisis derivada por las condiciones climáticas, ni la última temporada con pitayas caras que, para muchos bolsillos, el precio vale degustar un fruto exótico y local. 

Inaugurada la temporada, las pitayas ya aparecieron en canastos de carrizo sobre abundantes camas de alfalfa para evitar los trágicos aplastamientos de un fruto tan delicado como un huevo.

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La pitaya de piel escamosa llegó tras la cosechada nocturna, sin espinas y está lista para su consumo: basta con retirar la cáscara y descubrir la pulpa de colores que van desde el morado, lila, rojo, amarillo y blanco. 

Al probar el fruto se desdoblan fibras suaves, frescas, ligeramente viscosas y dulces que, al morderlas, las diminutas semillas negras estallan en los dientes y dejan una textura arenosa. Si se trata de la última pitaya de la temporada, en las manos quedará impregnado el último rastro hasta la próxima estación de las pitayas. 

De acuerdo con la Secretaría de Agricultura, el cambio climático es la modificación del clima con respecto al historial climático a una escala global o regional, que trae como consecuencias la alteración de los patrones de eventos meteorológicos como: frentes fríos, huracanes, heladas, lluvias extremas y también: sequía o exceso de humedad, temperatura media de invierno, monzón mexicano, así como la presencia de los fenómenos conocidos como “El Niño” y “La Niña”.